viernes, 3 de mayo de 2013

UN SOÑADOR EN ALMADEN



Reproducimos un articulo cedido por un colaborador y paisano nuestro que habla de los sueños y del optimismo.




Aun es de noche y ya me empiezo a remover entre las sabanas, no sé si sigo dormido o bien he tenido una pesadilla, pero soy consciente de que sigo estando aquí.

Visto así parece una situación normal al final de una pesadilla, de esas que una mala noche nos hace despertar excitados y nerviosos por no recordar nada de lo que estábamos soñando.

Pues eso es lo que me pasa a mi cuando intento recordar cómo era todo antes, mis recuerdos quedan borrosos como escondidos por nubes espesas que no me dejan ver la claridad.

Una sola cosa me queda clara, nada ha cambiado en los últimos 20 años, es como si al salir de casa viera las mismas cosas que cuando llegué a Almadén.

Llegué a Almadén una fría mañana de Febrero de 1993, la verdad es que venía con la mosca detrás de la oreja, pues me habían hablado de un pueblo minero y yo, acostumbrado a los pueblos mineros del norte de España, me imaginaba un pueblo grisáceo de color carbonado y sin luz ninguna, como si fuera una de las pinturas negras de Goya. Mi sorpresa fue mayúscula cuando accediendo por la carretera de Saceruela vi las primeras imágenes del pueblo, no tenía nada que ver con lo que había imaginado, a decir verdad quedé prendado de lo que estaba empezando a conocer.

Con el paso del tiempo, y una vez que estuve asentado en la población, me preocupé por conocer a sus gentes y entonces mi alegría fue mayor, pues tuve la sensación de que ya nos conocíamos, era tal la familiaridad con que me trataban que pensé que ya había estado aquí en otra existencia anterior.

Por aquel entonces Almadén se estaba recuperando de una lucha fratricida por mor de la Incineradora de residuos tóxicos que algún iluminado había pretendido instalar en la población para sacarla de su marasmo económico, como si no hubiera otra alternativa para este bello enclave que hundirlo en el fango de a saber que venenos.

Claro que como dicen ahora algunos listos, esta población está habituada a vivir con el mercurio, así que, que más da.

Fueron tiempos difíciles y Almadén parecía querer despegar, se iniciaron las obras en el polígono, parecía que todo iba a cambiar, vendría industrias que generarían empleo, la comarca iba a ser reindustrializada, esto iba a ser la repanocha.

Pero todo quedó en agua de borrajas, el polígono industrial sólo sirvió para reubicar a las empresas ya existentes en el pueblo y para que algunos espabilaos de fuera vinieran a llevarse la subvención, con el consentimiento de las autoridades de turno.

Entonces comenzó la pesadilla, esto no parecía tener solución, había que hacer algo, y ese algo tendría que estar ligado a las ansias de una parte importante de la población de querer mejorar las cosas, así que ni corto ni perezoso me junte con otras personas, cada una de su padre y de su madre, y cada cual con sus pensamientos e ideologías, a las que lo único que les unía era su afán por hacer que Almadén pase de la pesadilla al sueño.

Y entonces empezamos a soñar que esto debía y podía cambiar.

Después de 20 años, sigo soñando, cada vez con más claridad (quiero decir que siento perfectamente que estoy despierto), que esto puede mejorar.

Y digo yo, que si uno puede soñar con esa mujer (o ese hombre) que nos hace perder la razón, con más motivo, cuando uno está enamorado de Almadén, no puede dejar de soñar con él.


José Manuel Hernández

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